Esta lectura tiene relación con el ensayo de el Psicoanálisis del mexicano y la cultura criolla de Samuel Ramos. Ya que las dos hablan del hombre mexicano mejor dicho en el macho mexicano que nunca se raja y tiene muchos pantalones, es desconfiado, vanidoso y cerrado.
Y hablando de cómo se ve a la mujer no se diga, hay un párrafo interesante que esta citado en el texto:
Los mexicanos consideran a la mujer como un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los fines que le asignan la ley, la sociedad o la moral. Fines hay que decirlo, sobre los que nunca se le ha pedido su consentimiento y en cuya realización participa sólo pasivamente, en tanto que es “depositaria” de ciertos valores. Prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer transmite o conserva, pero no crea, los valores y energías que le confían la naturaleza o la sociedad. En un mundo hecho a la imagen de los hombres, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos. Pasiva, se convierte en diosa, amada, ser que encarna los elementos estables y antiguos del universo: la tierra, madre y virgen; activa, es siempre función, medio, canal. La feminidad nunca es un fin en sí mismo, como lo es la hombría.
Y como lo dice el texto las virtudes de las mujeres no son reconocidas por los hombres, para ellos la mujer debe estar en su casa, ser recatada y esto significa ser decente y que vivamos bajo su sombre, es decir, someternos ante ellos.
Pero hay algo que deberían saber los hombres, las mujeres estamos llenas de virtudes, tenemos la capacidad de pensar y resistir y eso nos hace más o igual de fuertes.
Desgraciadamente vivimos en un mundo en que la ideología que sobresale es defiéndete o no sobrevives, y para sobrevivir hay que pasar por encima de quien sea y si es necesario agredir tanto físicamente como verbalmente.
Hay un concepto que es muy cierto que se maneja precisamente en la lectura es el de mimetismo, los insectos lo usan para hacerse los muertos, pero el hombre lo usa para cambiar de apariencia, disimular, ocultar su ser.
Es muy cierto que todos vamos por la vida portando una máscara y esto tal vez sea por miedo den que conozcan nuestros verdaderos ideales y sentimientos, por querer ser igual a otros o simplemente por encajar en esta sociedad que nosotros mismos hemos creado materialista, individualista, sin significado de ser, sin rumbo alguno, estar en presencia pero espiritualmente.
Es mejor portar una máscara para no convertirse en presa sino en depredador.
Y es tanta la tiranía
de esta disimulación
que aunque de raros anhelos
se me hincha el corazón,
tengo miradas de reto
y voz de resignación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario